Dominika
Cocinando en tiempos de confinamiento - usando las sobras
Updated: Apr 28, 2020

Mi querida amiga,
Mi carta, probablemente, no revelará muchas „novedades”, ya que con el confinamiento las actividades diarias son a menudo repetitivas y, sobre ellas ya te he contado bastante en el transcurso de las últimas semanas de correspondencia.
A pesar de que hemos estado de buen ánimo, han habido algunos momentos en los que mi hija menor ha estado triste y sin entusiasmo. Ya no quería jugar a fingir que estamos en el kínder, ni invitar a todos sus ”compañeritos” a nuestras sesiones matutinas, o ver películas de princesas. Extraña la “normalidad” pasada, su “libertad”, el contacto con sus coetáneos. Por fortuna, fueron episodios cortos y, con la resiliencia típica de los niños, ha regresado a batallar el aburrimiento y monotonía haciendo uso de su imaginación y vivacidad. Pero no te cansaré con esos detalles que emocionan tanto a los padres, pero no tanto a los amigos sin hijos o con hijos ya crecidos, solo te diré que, entre otras cosas, le gusta cada vez más ayudarme en la cocina y ha desarrollado habilidades que hasta a mí me han sorprendido.
Y yo, cocino y cocino, como lo hacemos la gran mayoría ahora. Leí el otro día un tuit en el que quién lo escribía decía que sus días giran alrededor de lo que va a comer y que a la hora del almuerzo ya estaba pensando en lo que iba a comer de cena. Hablando con amigos, al parecer, a todos nos está pasando lo mismo. Cada día pienso en qué es lo que puedo preparar para mantener a mi familia feliz y bien alimentada.
El confinamiento, sin embargo, ha cambiado mi aproximación a la cocina. Ya no salgo a buscar los ingredientes para cocinar aquello que se nos antojó, sino cocino aquello que puedo (siguiendo alguna receta o inventándome alguna nueva creación) con lo que he logrado conseguir en el supermercado cerca de casa las pocas veces que he salido. No sé como se ven las repisas de las tiendas allá, pero aquí, por gran fortuna, los supermercados están siendo abastecidos continuamente con productos locales, pero claro, raramente con productos importados. Por eso, puedes imaginarte mi sorpresa la última vez que fui, al ver, mientras recorría los pasillos (tratando de mantener la distancia apropiada, puesta mis guantes y usando mi mascarilla – ahora requisito para poder entrar a la tienda), paquetes de culantro y albahaca frescos, jengibre, chiles picantes y limones sutiles. !Qué lujo! !Qué emoción!
Los tenía en la nevera esperando poder utilizarlos para algo especial, fuera de lo común. El momento llegó cuando no sabía que hacer con la pechuga que quedó de un pollo que había horneado con hierbas y vegetales el día anterior. No siendo una amante de esa parte del ave, no me venían muchas ideas a la mente: ¿recalentarla y comérmela con un poco de la salsa del rostizado? Hacer un sánduche con la carne? Y entonces me acordé de la ensalada de pollo de Yunnan. ¿La recuerdas? Aprendimos a prepararla en aquella escuela en los hutongs cerca del Templo del Lama en Pekín, en dónde, de vez en cuando, tomábamos clases de cocina china.
Piqué el culantro, la albahaca, la menta, los chiles; preparé una salsa con el ajo machacado, el jugo de las limas, el azúcar y la sal, y; luego mezclé todo con la carne de pollo desmenuzado. ¡Qué delicia! Me comí la ensalada con los palillos que traje desde China y, por un momento, reviví aquellos momentos que pasamos juntas en esa realidad pasada. Con los huesos sobrantes cocí un caldo a fuego lento, que usé de base para una sopa de brócoli y queso cheddar el día siguiente.
Te adjunto la tarjetita con la receta, aunque seguramente la tienes guardada en tu teléfono como todas las otras de los platos que aprendimos a preparar en aquellas clases. Cuídense mucho y espero saber de ustedes pronto.
