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Hablando de un plato de tofu perdido, frijoles crujientes * y sobre la vida en China, con Beata



* Fréjoles rojos crujientes con verduras encurtidas (chino: 腌菜 酥 红豆; pinyin: yāncài sū hóngdòu)


Antes de proceder al próximo Capítulo, porque lo olvidé en el primer Libro, mencionaré aquí brevemente el tipo de Comida más habitual, común y barata que abunda en toda China, y que todos los Hombres en ese Imperio comen, desde el Emperador hasta el chino más mezquino, el Emperador y los grandes hombres como un remilgado, el tipo común como sustento necesario. Se llama Teu Fu, es decir, Pasta de frijoles. No vi cómo lo prepararon. Sacan la leche de los frijoles, y, al transformarla, hacen grandes tortas como quesos, grandes como un colador y cinco o seis dedos de grosor. Toda la masa es tan blanca como la misma nieve, al mirarla nada puede ser más fino. Se come crudo, pero generalmente se hierve y se adereza con Hierbas, Pescado y otras cosas. Solo es insípido, pero muy Bueno al estar así aderezado, excelente frito en mantequilla. También lo tienen seco y ahumado, y mezclado con semillas de comino, que es lo mejor de todo. Es increíble la gran cantidad que se consume en China, y es muy difícil concebir que haya tanta abundancia de frijoles. Aquel chino que tiene Teu Fu, Hierbas y Arroz, no necesita ningún otro Sustento para trabajar, y creo que no exista nadie que no lo tenga, porque puede obtener una Libra (que equivale a más de veinte Onzas) en cualquier lugar por Medio centavo. Es una gran ayuda en caso de necesidad, y se transporta bien. Tiene una buena cualidad, es decir, que hace que los diferentes Aires y Estaciones, que en esa vasta región varían mucho, no alteren el Cuerpo, y por lo tanto, aquellos que viajan de una Provincia a otra hacen uso de él. Teu Fu es una de las cosas más notables en China, hay muchos que dejarán a gallinas por él. Si no me equivoco, los chinos de Manila lo hacen, pero ningún europeo lo come, lo cual es tal vez debido a que no lo han probado, al igual que no han probado buñuelos fritos en aceite de Ajonjolí (una semilla muy pequeña que tienen en España y la India, y que nosotros no tenemos) que los chinos preparan en esa ciudad, y es extraordinariamente delicado.
- por Domingo Fernández de Navarrete, en Colección de los Viajes y Descubrimientos (traducción propia)

Domingo Fernández de Navarrete, un misionero dominico español que viajó a China en la segunda mitad del siglo diecisiete (1657-1673), nos proporcionó lo que puede ser una de las primeras menciones del tofu realizadas por un occidental. A pesar de que han pasado más de trescientos años desde que escribió Colección de los Viajes y Descubrimientos en 1704, la veracidad de sus observaciones sigue siendo válida hoy en día.

Es una fría noche de Pekín y voy en camino a encontrarme para cenar con mi amiga Beata. La conocí hace unos meses en una audición de casting para doblar películas chinas al polaco. En China, las oportunidades -buenas y malas- abundan. Uno puede intentar hacer cosas nuevas para reinventarse a sí mismo, o simplemente por curiosidad. Así es como ambas terminamos en la audición, con cero experiencia y cero conocimiento de lo que implicaba tal trabajo. Basta decir que ninguna de nosotras lo lo obtuvo. Sin embargo, intercambiamos nuestras cuentas de Wechat. Hubo una conexión inmediata.


Esta noche, ella eligió un pequeño y acogedor restaurante en los hutongs (hútòng胡同) de Gulou (Gǔlóu鼓楼). A diferencia de otras partes de la ciudad, dominadas por el acero y el vidrio de los rascacielos, Gulou, con sus construcciones bajas y callejones estrechos aún conserva un cierto aura de un Pekín más antiguo. Para muchos de nosotros, puede ser uno de los pocos lugares en donde uno puede hacerse una idea de cómo era la vida antes de que Pekín se convirtiera en la megalópolis moderna que es hoy. Los viejos, apretados y superpoblados patios grises con estrechos pasajes estrepitosos conviven con los callejones turísticos más atractivos, retocados y nuevos. Prefiero los primeros. Estos últimos, aunque más limpios y de mejor apariencia, parecen haber perdido su alma.

El restaurante está ubicado en uno de los hutongs más nuevos. Dentro hay seis o siete mesas y elegimos la que está junto a la barra. No estamos solas; cuatro jóvenes conversadores ocupan ya la mesa detrás de nosotros. El bar de al lado tiene una buena selección de diferentes botellas y el estéreo ya está tocando unas buenas piezas de jazz. El lugar es una extraña combinación entre una romántica y acogedora trattoria europea y una versión china de la cocina regional. Hay flores en las mesas, un nicho en la pared con algunos libros, algunas decoraciones colgantes de estilo europeo. En la pared opuesta, un estante dividido en pequeñas ranuras llenas de postales y fotos de paisajes, personas y la vida cotidiana en China.


Mientras nos sentamos, puedo percibir la tempestad de emociones dentro de Beata. "Oh, Dios, espera, no he estado aquí en mucho tiempo", dice ella. Curiosamente, estamos escuchando el clásico francés Et si tu n'existais pas y nos estamos preparando para ordenar. Después de leer detenidamente le menú por unos minutos, ella admite: "Me temo que no veo el plato de tofu", precisamente el plato del que Beata había elegido hablar durante esta entrevista. Le pregunto qué aspecto tenía el tofu, en un intento desesperado por encontrarlo en el menú. "Era ... ahhh ...", emite un suspiro de ensueño recordando el plato que había comido en una fría noche gris de febrero. "Ves lo que la comida hace conmigo", se ríe. "El [tofu] era muy ligero, cubierto con una salsa [...] amarilla e intensa que se extendía como kisiel, levemente dulce", recuerda. El kisiel polaco es un postre viscoso y caliente de fruta, hecho a base de puré de fruta y almidón de papa. "Recuerdo el color y el sabor, era muy suave", continúa. "Tal vez eliminaron el plato [del menú]". Puedo ver la decepción en su rostro. Pero si tengo que ser sincera, estoy más bien feliz de que este plato tipo kisiel ya no esté.


Sin otra opción, terminamos ordenando una ensalada de menta (qīng liángbàn bòhe清凉拌 薄荷), un tofu de arvejas (biānjìng wāndòu fěn边境 豌豆), ensalada de Houttuynia (liángbàn shé ěr gēn凉拌 折耳根), frijoles rojos crujientes con verduras encurtidas (yāncài sū hóngdòu 腌菜 酥 红豆), un curry vegetal (gālí shíshū 咖喱 时 蔬), y una torta de sagú y coco tailandés (Tàishì yēzhī xīmǐ gāo 泰式 椰汁 糕 糕).



Ninguno de los platos tiene carne. "Paradójicamente, siempre comí muy poca carne. Desde que puedo recordar, siempre había mucha carne en nuestra casa, en su forma natural, porque mi papá era un cazador", comenta. Con frecuencia pasaba tiempo en el campo y tiene imágenes vívidas de la vida diaria en una granja: "Recuerdo haber visto matar cerdos [...], cómo mi abuela le cortó la cabeza a un gallo". Al haber sido criada en este ambiente, ella veía esto como algo natural. No obstante, cuando cumplió los veinte, definitivamente se hizo vegetariana. "[Fue] gradual, no me lo impuse a mí misma [...], fue un proceso natural". En aquel entonces no le importaba que la gente comiera carne a su lado, pero hoy le incomoda. "Si alguien a mi lado come carne o siento [el olor] a carne, ese olor es terrible para mí, es muy intenso".


Me pregunto cómo es ser vegetariana en China. ¿Fácil? ¿Difícil? Ella dice que los restaurantes locales ofrecen una gran variedad de platos, y en general está bien. Pero no olvidemos que algunos platos, incluso si aparecen en el menú como una opción sin carne, de hecho no lo son. "Para ellos [los chinos] cuando la carne está cortada en trozos pequeñitos equivale a ser inexistente. Hay ocasiones en que pido que no agreguen [carne] y aún así lo hacen".


Beata es de Suwałki, una ciudad situada en el noreste de Polonia, muy cerca de Lituania. Le pregunté si al crecer soñaba en llegar a ser alguien en particular cuando fuese grande. Muy curioso: me dice que recientemente, tuvo que responder a la misma pregunta para una revista para la que escribió un artículo. "Durante algún tiempo, quise ser una diseñadora de interiores", me dice. "Tenía 8 o 10 años". En cambio, se convirtió en periodista. También estudió Fotografía y Estudios Orientales. Después de graduarse, sin embargo, trabajó en marketing, publicidad y relaciones públicas. Era exitosa y el trabajo era interesante, pero implicaba responsabilidad y largos horarios de trabajo. "Mi signo chino es la rata, así que, ya sabes, me gusta ser la jefe", se ríe. "Tengo dos contradicciones dentro de mí, porque, por un lado, soy una rata – una persona completamente abierta; y por otro lado, soy Virgo, totalmente introvertida, y con un deseo de apartarme [...] y lo veo cada vez más en mí ". Le digo que soy un mono y ella se ríe diciendo que eso explica mucho, ya que la rata y el mono tienen mucho en común.


Después de unos años, era hora de un cambio. Cambios drásticos -como ella misma lo admite, es algo que desea cada cierto tiempo. Comenzó a trabajar como periodista independiente. "Sabía en ese entonces que era hora de viajar, y sabía que quería viajar a algún lugar por un período de tiempo más largo". ¿Cómo eligió su destino? "Intuitivamente", responde. "Siempre tomo este tipo de decisiones de forma intuitiva; quiero decir que no pienso demasiado y decido con bastante rapidez". Sabía con certeza que sería algún lugar en el Lejano Oriente o el Sudeste Asiático. Quizás Vietnam o Laos. Y luego, pensó en China, en la importancia del país en el escenario internacional de hoy y en el hecho de que quería ser testigo de aquello, quería entender. Reservó las entradas al día siguiente y llegó el 5 de febrero de 2013. La elección de la fecha no fue casual: "Quería volar para el Festival de Primavera, el Año Nuevo Chino".


Yunnan el primer motivo


El ambiente del restaurante está "animado", lo que los chinos llamarían hěn rè​nao (很热闹). Mientras esperamos a que lleguen nuestros platos, hablamos de comida - de la comida de Yunnan en particular. Comienzo por preguntarle por qué eligió este restaurante. "Pregunta extremadamente difícil", se ríe. La comida de Yunnan es su favorita. La mía también. Desde una perspectiva polaca y, particularmente, desde la perspectiva de su ciudad natal, hay un elemento de exotismo y fantasía. "Hay una ligereza en todo", dice ella. Los platos que de otra manera podrían parecer pesados, se tornan más livianos gracias a la adición de menta, té y otros ingredientes frescos. La comida parece estar tener vida, estar llena de luz solar y de energía. Los postres de Yunnan parecen ser efímeros: "los postres están ahí y al mismo tiempo no existen", ríe.


Yunnan es conocida como el "reino de las plantas y los animales", la región con mayor diversidad biológica en China. Se encuentra en el extremo suroeste del país, y ya en el pasado distante era una zona de tránsito. Si bien muchos cultivos llegaron a China por medio de las rutas marítimas a través de los puertos, otros llegaron por tierra, desde la India, a través de Yunnan. Los sabores de la zona son picantes y condimentados y la cocina se enfoca en elevar y resaltar lo mejor de los ingredientes principales. La cocina de Yunnan se inspira en gran medida en la comida de Sichuan, pero debido a sus numerosas fronteras y conexiones fluviales, también ha recibido influencias de Vietnam, Laos, Myanmar, Tailandia y Camboya. Es también el hogar de 25 grupos étnicos, cada uno con sus propias particularidades, incluyendo hábitos alimenticios. La región es famosa por sus carnes preservadas, productos lácteos (yogurt, cuajada de leche frita, queso), debido a su proximidad a la India, la influencia de los pueblos locales tibetanos y cuasi-tibetanos, y los asentamientos importantes de mongoles en el área en los tiempos de Kublai Khan; así como carnes de casa y setas de las montañas.


El novio - el segundo motivo


Volvemos a hablar sobre su elección de restaurante. "Fue aquí en donde tuve mi primera cena real en China. Vine aquí con este chico". Lo conoció el primer día, a su llegada a Pekín, en el aeropuerto, justo después de aterrizar. ¿Por qué él? "Coincidencia", me dice ella, pero rápidamente se corrige y mientras ríe dice "el destino". Nos reímos juntas. Al ver lo cansada que estaba, él tomó sus maletas y la ayudó a llegar a la parada del Airport Express.

Beata llegó a China con una maleta llena de ropa de invierno en una mano y una cámara de formato medio en la otra. Aunque en teoría era casi primavera, hacía frío y no se veía sol por ningún lado. Me dice que recordará ese día para siempre. Al mirar desde la ventana del tren, la imagen que presentaba ante sus ojos era bastante sombría: "Nevaba mucho. Tuve la sensación de estar mirando todo el tiempo edificios grises con barras de hierro en las ventanas. Y el smog ".


Llegar al B&B no fue pan comido. Incluyó el viaje en tren, un viaje en autobús y un poco de caminata. Su nuevo conocido le ayudó casi hasta el final del relevo. Le dio su tarjeta de presentación y le dijo que podía contactarlo en caso de necesitar algo. China es un país donde gobiernan las tarjetas de presentación. No eres nadie si no tienes una. Estoy pensando que en China, no soy nadie.


El B&B tenía cinco o seis habitaciones y estaba dirigido por dos primas del norte. Una vez que se instaló, fue a un pequeño restaurante en los alrededores. Y entonces las cosas empezaron a ponerse difíciles: "El menú estaba escrito solo en chino, cero imágenes". El problema no era tanto el hecho de que tendría que echarse a la aventura y experimentar con nuevos sabores, sino que necesitaba asegurarse de que no le sirvieran carne. "No recuerdo exactamente cómo manejé esta situación, pero recuerdo que comí fideos con una salsa y algún tipo de vegetales", dice ella.


El apartamento y el restaurante estaban ambos ubicados en un barrio que no le recordaba nada a los románticos hutongs ni a los modernos rascacielos del CDB. Era genérico. Y otra vez: la nieve, la horrible contaminación y las rejas en cada ventana. "Fue un shock negativo". Pero como suele ser en la vida, después de la obscuridad vino la luz. "Recuerdo que al día siguiente cuando desperté [...] el cielo estaba claro, probablemente por la noche había soplado viento y disipó el smog. Pensé que de alguna manera todo iba a estar bien".


Se despertó a la mañana siguiente y fue a la cocina a preparar el desayuno. "Me sorprendió que no hubiera tenedores", se ríe. Los días previos al viaje fueron agitados, además todo el viaje fue muy espontáneo, casi abrupto. "No me senté a pensar 'Dios mío' me voy a China y voy a comer con palillos, y la gente celebrará la ceremonia del té frente a mí. No pensé en este tipo de cosas en absoluto", continúa. Todo lo que había aprendido durante sus años en la faculta de Estudios Orientales, todo lo que había leído en sus libros de literatura, todo su conocimiento de la cultura china se encontraba en algún lugar de su mente; pero, ella sintió que estaba experimentado todo desde cero.


Decidió ir a Tiananmen (Tiān'ānmén Guăngchăng天安门广场). Pero estos eran otros tiempos. Desde el punto de vista de la tecnología, el año 2013 podría haber sido otra era. Los teléfonos inteligentes aún no eran tan populares. Nadie usaba aplicaciones, mapas telefónicos o navegación satelital. WeChat aún no se había popularizado. El viaje tomó una eternidad. En la parada de autobús, le resultó difícil descifrar los horarios de recorrido. Pero una vez al llegar allí, inmediatamente se sintió más cómoda. "Me enamoré de los hutongs", dice ella.


Poco después, las propietarias del hostal le invitaron a unirse a las celebraciones de Xin Nian (Xīn Nián新年), y ella aceptó felizmente. En la Facultad de Estudios Orientales, a los estudiantes se les había enseñado acerca de las tradiciones chinas, pero hasta ese momento eran solo abstracciones académicas en su mente. Y ahora veía que, efectivamente, la gente limpiaba todos los rincones de sus casas, colgaban carteles, miraban la gala de Año Nuevo en la televisión y, por supuesto, preparaban pescado y empanadillas rellenas de monedas. "Incluso fui a un supermercado a comprar calcetines rojos con ideogramas chinos. También les di algunas monedas polacas [para las empanadillas]", agrega.


Los platos han llegado y comenzamos a comer. La ensalada de menta, los frijoles crujientes y el curry tienen todos sabores familiares. La mayor sorpresa para mí es la ensalada de raíces de Hottounya. Es una planta herbácea con hojas en forma de corazón, originaria del noreste de la India y China. También conocida como cola de lagarto china, planta del arco iris, planta de camaleón o hierba de pez (debido al olor a pescado que emiten las hojas), es una exquisitez culinaria y un ingrediente apreciado en la medicina china. Viene con un aderezo de cebolletas picadas, aceite con chiles, salsa de soja, vinagre, junto con algunos ajíes cortados en pedacitos para darle un toque adicional de picante. Leí en alguna parte que o la odias o te encanta. Digamos que no me encantó. Las raíces son fibrosas y con sabor a madera, y tiene un olor acre. Por el contrario, Beata cree que tiene "un sabor muy específico". No puede señalar qué es lo que le gusta del plato. "Pero realmente me gusta", agrega. Por el contrario, las frescas y crujientes hojas de menta verde vibrante son deliciosas. La ensalada tiene un aderezo ligero, agridulce, reminiscente de los sabores tailandeses, con una buena pizca de rodajas de chile fresco y semillas de sésamo espolvoreadas. Me gusta mucho. "Picante, pero agradable", señala Beata.


Eventualmente, se contactó con él dos semanas después. Beata estaba buscando conocer gente a la que pudiera entrevistar para un artículo que estaba preparando para una revista polaca. No conocía a nadie más en China en ese momento (a excepción de las dos propietarias del B&B). Se encontraron en un pequeño restaurante cerca de la casa de él. "Era un muchacho un poco atípico [...] Estaba en un momento [de la vida] parecido al mío", dice ella. También estudió periodismo, trabajó como tal y luego hizo la transición al sector de mercadeo. "Vine a China para vivir nuevas sensaciones y él renunció a su trabajo. También pensó que era hora de un cambio. Teníamos caminos muy similares". Hablaron durante seis o siete horas. La semana siguiente la invitó a cenar y eligió el mismo restaurante en el que estamos sentadas esta noche. "Recuerdo que los dos estábamos muy nerviosos. Yo estaba extremadamente nerviosa", dice ella.


Después de un mes en Beijing viajó a Shanghai para preparar un proyecto de fotografía. Cuando regresó a la capital, solo le quedaban cinco días antes de regresar a Polonia. "Estaba dando un paseo, era primavera en Beijing", recuerda. Era una escena completamente diferente a la que le había dado la bienvenida cuando había acabado de llegar a la ciudad. La ropa que vestía la gente, la vegetación que comenzaba a aparecer en cada esquina, los cálidos rayos del sol y todo el aura de la ciudad. Todo era diferente. Mientras caminaba por los polvorientos hutongs siendo rebasada por todos esos rickshaws, pensó que regresaría a China.

En cuanto a su nuevo conocido, se encontraron dos o tres veces, y siempre hubo comida de por medio. Me dice que no fue porque hubiesen tenido hambre, sino porque en la cultura china la comida es una parte esencial de la vida. La comida es la base de todo. Una comida puede revelar el motivo de una celebración o muchas cosas sobre una persona: estado social, procedencia, hábitos, creencias, posición en la jerarquía familiar o en la empresa. Comer juntos es también una manera de unir a las familias, preparar el terreno para los negocios, hacer nuevos amigos o mejorar las relaciones ya establecidas.


Sin embargo, estaba ocupada escribiendo y trabajando en su fotografía. Se dijo a sí misma que no había ninguna razón para que las cosas sucedieran entre ellos. Ella era polaca e iba a regresar a su país. Él lo sabía. No se vieron antes de irse. "Me fui por más de un año", dice ella. Le había dicho que volvería en algún momento en el futuro, pero nunca esperó que él la esperara. Él no fue un factor en su decisión de regresar. ¿Se mantuvieron en contacto? "A la china", dice ella. No estoy muy segura de lo que eso significa.


Por segunda vez


Regresó a China a fines del verano del año siguiente. Esta vez quiso pasar su cumpleaños en Pekín. "Pensé que iba a pasar mi cumpleaños montando una bicicleta en los hutongs", ríe. Y así lo hizo. Luego fue directamente a verlo. Unos días más tarde regresaron a este restaurante. Le pregunto si para entonces ya estaba claro que estaban saliendo juntos. "Esto es China, ¿crees que todo sucede aquí normalmente?", se ríe. Pero se estaban viendo con frecuencia en ese entonces. Septiembre es hermoso en Pekín. Era como una escena sacada de las películas: lagos, hutongs, bicicletas y este restaurante. "Me sentía como una adolescente".


"Me encantaba su simplicidad, lo asociaba con mi infancia en mi pueblo", dice ella. Es oriundo de la provincia de Hunan y para llegar al punto en el que estaba en la vida: ir a la universidad, mudarse a Pekín, encontrar un buen trabajo allí, tuvo que recorrer un camino muy largo. "¿Cómo podía no amarle?", dice con un tono soñador. Su relación fue muy intensa. "En una semana y media pasamos por cosas por las que las parejas atraviesan en un año", agrega.

¿Entonces qué pasó? "Por un lado, muchas cosas nos unieron, pero por otro lado, también existía un gran abismo entre nosotros", responde. Fue una época maravillosa, pero al mismo tiempo Beata también sentía mucha presión. Alquilar un apartamento, encontrar un trabajo, lidiar con la burocracia, no fue del todo fácil. Los problemas pronto se reflejaron en su relación. Él no podía entender en realidad por lo que ella estaba pasando. Ella no podía transmitir con palabras todo lo que sentía. Los problemas en la comunicación derivaban principalmente de sus diferentes antecedentes culturales. Él estaba cansado de su constante cuestionamiento de las cosas. La necesidad de comprender la realidad que ella estaba experimentando. ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cómo? Sentía que ella tenía una actitud negativa hacia China. Ella estaba cansada de que él no aclarara lo suficiente sus dudas. "Hablábamos muy poco. No nos explicábamos las cosas", dice ella.


Estuvieron juntos durante un año y medio, con altibajos. Se separaron dos veces. La segunda vez que le propuso matrimonio, pero al final no pudieron vencer a China. Fue China lo que los dividió. Ambos se quedaron destrozados.


Permanecer en China


En algún momento Beata comenzó a pensar en escribir un libro. Pasó por varias concepciones antes de finalmente tomar el bolígrafo en mano. ¿Cómo va el trabajo? Me dice que simplemente no va. Nos reunimos unos días después de su regreso de Polonia y aún no ha podido cambiarse a la 'modalidad china'. "Tal vez sea porque están pasando tantas cosas [...]. Por el momento, siento que hay una especie de muro, algo así como: Yo, la Gran Muralla y China ", dice ella. Luego agrega: "Tal vez pase".


Pero sucede cada vez. Ella regresa y necesita adaptarse nuevamente. Conocer el país de nuevo. Sentirse familiarizada con todo -de nuevo. También ocurre en el sentido contrario. "Tres días antes de viajar [a Polonia] mi cerebro me ataca con fotos y aromas de Polonia. En mi caso: la Suwalszczyzna [...], el olor a hierba, el olor de un lago, grano, grano cortado", dice ella. Con frecuencia viaja en invierno, lo que puede ser bastante difícil en Polonia, y, al llegar a Varsovia, todo cambia: Beijing se convierte en una de postal, la ciudad más bella del mundo. Ella quiere volver. No puede encontrar su lugar en Polonia. "Veo imágenes, siento, tengo momentos [en los que me veo] montando en una bicicleta a través de los hutongs. Ese es mi primer cuadro: Yo en una bicicleta en algún lugar de la ciudad", continúa. Luego toma un tren a su ciudad natal y todo vuelve a cambiar. Finalmente está en casa. No quiere irse más.

Le hago volver a China. ¿Le han ayudado sus experiencias a comprender mejor la cultura china? "Los polacos, en ciertas cosas, somos capaces de entender mejor a los chinos que los británicos o los franceses". Ella argumenta que es debido a la herencia comunista restante y los temas de transformación. ¿Y qué hay sobre las habilidades lingüísticas? "Muchas personas afirmarían que no eres capaz de entender la cultura si no hablas el idioma. [...] No estoy en desacuerdo con esta afirmación", dice ella. Hablar el idioma le permite comenzar en un nivel diferente y establecer los umbrales en diferentes puntos. En el periodismo, "el conocimiento básico es muy útil, pero no es esencial", agrega. Algunos periodistas no hablan una palabra de chino y logran hacer un trabajo increíble. Muchos grandes reporteros no hablaban los idiomas locales y frecuentemente contrataban traductores.


Seguimos comiendo. Ambas coincidimos en que los fréjoles rojos crocantes se llevan la medalla de oro esta noche. Son fréjoles calientes y rebozados en harina y almidón. La adición de pequeños trozos de verduras encurtidas de Yunnan crea un agradable contraste en textura y sabor. Simple pero efectivo. Aunque rara vez he visto platos de fréjoles en los restaurantes chinos (con excepción de la pasta de fréjoles azuki para dulces), los fréjoles han sido parte de la dieta china durante milenios y ya se usaban como ingredientes básicos durante la dinastía Zhou. En el período de los Reinos Combatientes, los fréjoles rojos pequeños eran comunes y un alimento barato en el norte de China. Los registros arqueológicos muestran que los frijoles azuki (chì xiǎo dòu赤小豆) y posiblemente otras especies de Vigna fueron alimentos principales durante la dinastía Han y continuaron siéndolo durante el Tang. En el momento del ascenso de la dinastía Ming, la soja, el frijol mung, habas, frijoles de Egipto, habas de espada, las arvejas y el caupí estaban en uso, mientras que otras variedades del género Phaseolus llegaron del Nuevo Mundo en el siglo XVI, por ejemplo, el fréjol rojo. En lo que respecta a los fréjoles, se hace una diferenciación para las plantas que provienen estrictamente del Nuevo Mundo (género Phaseolus) y del Viejo Mundo (género Vigna). Los Phaseolus asiáticos también se han reclasificado como Vigna.

Le digo que los libros sobre China no siempre deben ser escritos por sinólogos. Algunos expatriados tendrán una comprensión más profunda de ciertos aspectos de la vida en China, como un efecto de sus propias circunstancias. Aquellos con recursos más altos, que trabajan para empresas multinacionales y los diplomáticos viven un tipo de vida. Pero hay otras realidades. Las personas como Beata, son quizás los mejores transmisores de tales realidades. Ella está de acuerdo. "Cuando hablo con sinólogos, no tienen ninguna idea de algunas de las cosas que suceden aquí, cosas normales [...] No juzgo si es esto es correcto o no", dice ella. "Son personas que no se ven obligadas por cosas de la vida a ir a registrarse en la estación de policía, a alquilar un departamento por su propia cuenta, buscar un trabajo sin ayuda, obtener un contrato absolutamente incomprensible, luchar por sus salarios", ella agrega. O a lidiar por uno mismo con asuntos relacionados con delincuencia -una clara referencia al robo de su departamento, tras lo que perdió todos sus productos electrónicos, incluyendo su querida cámara de formato medio. "China da mucho, pero no sé si [China] te quita más de lo que te está dando", se ríe.


Ella siente que los expatriados son vistos frecuentemente como una oportunidad de negocio en cada nivel, y que otros buscan aprovecharse de ellos. A veces, todo se enreda demasiado: trabajo, vida, documentos, idioma y entonces es difícil funcionar en medio de todo esto, especialmente si no eres chino y estás solo. "Tal vez esto parezca poco humilde, pero tengo la sensación de que debido a las cosas por las que he tenido que pasar, por supuesto, no estoy diciendo en el mismo grado [que los chinos], he tenido que enfrentar situaciones a las que los chinos también se enfrentan ", dice ella.


Además de escribir su libro, Beata ha trabajado en varias academias de idiomas. Me explica que, en el pasado, tuvo que luchar en el trabajo –al igual que sus colegas- y tuvo que aprender a abordar los problemas "a la china". No se trata de decir la verdad o no, de decir algo tonto o inteligente, no se trata de presentar el argumento correcto. Se trata de buscar un argumento que gane. En un trabajo anterior, tuvo que discutir de una manera en la que nunca lo hubiera hecho en Polonia, solo para asegurarse de que sus jefes cumpliesen con lo acordado previamente en un contrato que era de por sí indescifrable. "Tuve que dejar atrás el honor polaco/europeo atrás", dice ella.


Pasamos a hablar sobre sus escritos. Me dice que, desde la perspectiva de un periodista, China es una escena dinámica. Siempre hay nuevos acontecimientos. "Esta es una de las paradojas de este país. Probablemente estemos en uno de los lugares más interesantes para describir en muchos aspectos [...], pero trabajar aquí es muy difícil ". Hay mucha imprevisibilidad. "Hay muchos ingredientes inconstantes [...], esta falta de constancia es en realidad la única constante", responde ella.


¿Siente que China la ha cambiado? "Sí", responde. "Hubo un momento en el que realmente comencé a reflexionar sobre qué tipo de persona seré cuando deje este lugar -moralmente hablando", continúa. Hablamos de los determinantes geográficos y culturales de la moralidad: cómo los extranjeros perciben el enfoque de ciertos chinos hacia el dinero. El dinero se ha convertido para muchos en el elemento más importante de la vida cotidiana, haciendo a un lado los sentimientos. También la política familiar y las reglas del núcleo familiar. Argumenta que en nuestros países se está dando una destrucción de esos lazos. Aquí en China, no es así. No obstante, ella siente que lo que mantiene unidas a las familias no siempre es amor, es más bien el dinero u otras "obligaciones".


Los matrimonios todavía son arreglados. Los niños son criados como adultos, a menudo bajo un inmenso estrés. Las expectativas de los padres son enormes. Las muestras públicas -e incluso menos públicas- de afecto son mal vistas, también en las relaciones madre-hijo. Como maestra, me dice ella, tiene que tener cuidado de no abrir heridas que se encuentran en la superficie. Una vez un niño comenzó a llorar porque ella simplemente le había preguntado qué había hecho con sus padres durante el fin de semana. A veces sentía la necesidad de volver a casa, sentarse y llorar. (Unos días después de nuestra charla, me encontré con un artículo en The Economist que versaba sobre los problemas del matrimonio en China y las expectativas de las mujeres).


Vuelvo a escuchar la música nuevamente, la cual he ignorado durante toda la comida. Bebo unos sorbos más del té de crisantemo que habíamos pedido. Tiene un sabor amargo, lo dejé en infusión durante demasiado tiempo. Ella come otra pequeña porción de la torta de sagú de coco. Dice que le gusta. Hemos estado hablando durante horas, y podríamos continuar haciéndolo por muchas más. Afortunadamente, en el restaurante han habido otros clientes, lo que me ha hecho sentir menos estresada de lo habitual. No tengo prisa, no nos están esperando solo a nosotras para cerrar el restaurante. Las dos estamos de buen humor y decidimos tomar otra copa de vino en el bar de una amiga, no muy lejos de aquí. Pero antes de salir, le hago las últimas preguntas.


- ¿El primer plato chino que comiste aquí?

- Sopa de fideos


- ¿Cocina favorita?

- "Ahora, de hecho, diría comida casera y sopa de mi mamá o de mi abuela"


- Plato polaco favorito

- "Muchos, pero seguro que sería algo de nuestra comida regional": Babka ziemniaczana (Pastel de patata), Zupa ogórkowa (Sopa de pepinillos encurtidos) o Zupa pomidorowa (Sopa de tomate). "No hay un solo día sin tomates".


- Libro favorito

- Grandes pechos, amplias caderas, de Mo Yan


- ¿Has tenido contacto con él?

- "No, nunca más, solo queda la comida y los recuerdos".


Mientras conduzco de regreso a casa, pienso en cuán diferente ha sido la experiencia de Beata a la mía. Su vida en China ha sido como el estante que cuelga en el restaurante con todas esas diferentes postales y fotos: su relación tormentosa, amigos ganados, amigos perdidos, los paseos en bicicleta por los hutongs. Ha estado lleno de altibajos. ¿Fácil? No. Y definitivamente ... no ha sido nada aburrido.




Receta para los fréjoles rojos crujientes (腌菜 酥 红豆 yāncài sū hóngdòu) Fuentes




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