Dominika
Cómo comer un durazno. El club del libro de cocina - cuarto encuentro

Estimada Sra. Diana Henry,
Hoy en día, comprar un buen libro de cocina se ha vuelto una tarea abrumadora; existen demasiados. Chefs, políticos, escritores, pintores, actrices, celebridades de los reality shows, deportistas, esposas de los deportistas, empresas de electrodomésticos, incluso el grupo de madres de la escuela que queda junto a casa, todos, han escrito un libro de cocina. ¿Cuáles son los que valen la pena y cuales no? Usted, con sus más de 4000 volúmenes, seguramente seguramente podrá arrojar algo de luz sobre el asunto. Menciona usted que suele dar un vistazo a un libro para ver si puede o no encontrar suficientes recetas irresistibles, y si es así, esa es la señal de que debe adquirirlo. Yo, he regresado a casa con ejemplares que fingieron ser lo que no eran y me decepcionaron profundamente. Otros que fueron un romance momentáneo y terminaron siendo desterrados a la tierra del olvido -ubicada en la parte posterior de la librera. Hay otros que han resultado ser una compra acertada y se han vuelto buenos compañeros a través de los años. Y luego, está su libro.

Todo comenzó cuando escuché sobre él en un podcast y su nombre quedó grabado en alguna parte de mi memoria. Un día, lo vi por casualidad en una librería (donde había entrado para comprar una colección de historias cortas -no otro libro de cocina) y no pude resistir la tentación de darle una ojeada. Recuerdo la sorpresa al tocar la cubierta y sentir como los pelos del terciopelo acariciaron mis dedos –era como si estuviera tocando un durazno verde aún sin madurar. También me acuerdo como me cautivaron el par de párrafos que leí por curiosidad. Supongo que se podría decir que su libro pasó la prueba del vistazo. Lo que sucedió a continuación, como se suele decir - ya es historia.
De todos los libros de cocina que he comprado, el suyo es el primero que leí de principio a fin en una noche. Muchos le han dicho que sus historias resuenan con ellos, que les parecen familiares, y a riesgo de sonar repetitiva y poco original, lo digo yo también. Sra. Henry, yo sentí que ese libro fue escrito para mí, solo para mí y para nadie más. Mientras devoraba las páginas, como si se tratara de un romance criminal (sin querer ofenderle), me pregunté varias veces: ¿Se había puesto mi esposo en contacto con usted y le había proporcionado material contándole sobre mis crisis y desaciertos en la cocina?
Desde el inicio se estableció una conexión entre usted y yo. Un buen autor es aquel que conoce a su público, y usted sabe muy bien a quien le dirigió su libro. Soy yo su público. Soy yo, quien quiere conocer lo que se come en otras tierras; quien investiga sobre otras culturas y sus costumbres antes de hacer sus viajes; quien trae de regreso retazos de memoria que quiere hacer revivir en mi cocina; quien se obsesiona con la reproducción del inolvidable plato. Soy yo, quien, por querer hacer demasiado, se encuentra sumergiendo sus manos en el adobo de una carne o amasando con un rodillo un pliegue de hojaldre a altas horas de la noche. Demasiado, de hecho, es el término que subyace en mucho de lo que yo hago en la cocina: demasiado estrés, demasiado tiempo, demasiadas cantidades, demasiados platos, demasiada fastuosidad, demasiada complicación, demasiada desorganización, demasiado agotamiento. Su libro de menús balanceados, calibrados, sin excesos innecesarios, me abrió los ojos y me mostró el camino a la practicidad –algo que mi esposo ha estado tratando de hacer por bastante tiempo.

Pero no fue un menú, lo que escogimos para nuestro encuentro del club del libro de cocina, sino más bien recetas individuales de diferentes menús: Arroz negro con salsa romesco y alioli; Cerdo estofado con jengibre y anís estrellado; Tomates rostizados, hinojo y garbanzos con limones preservados y miel; Coctel Sandalia de verano; Pollo mariposa con chiles, ajo, perejil y pan molido de almendras; y, Pastel de chocolate y aceite de oliva. Cada una de nosotras quiso viajar a un destino diferente, en distintas temporadas del año. Sentadas alrededor de la mesa, los aromas y colores nos hicieron olvidar por un instante que nos encontrábamos en Pekín. El arroz negro, podría haberse beneficiado de una adición de vino blanco, pero en general, los platos tenían una personalidad propia, con sabores definidos y vibrantes. La consistencia del pastel de chocolate era un poco frágil y su apariencia más bien recordaba a un quiche de baja altura, pero el sabor era intenso y fragante.

Al momento de cocinar algunas de sus recetas, la intuición es muy importante. Tengo la sensación que su libro está dirigido a alguien que sabe leer entre líneas, que se siente a sus anchas en la cocina, que ha pasado tiempo entre ollas y sartenes, que está familiarizado con ciertas técnicas de preparación. Nach Waxman, socio fundador de Kitchen, Arts & Letters, en uno de sus ensayos dice que el cocinar es un proceso complejo que va más allá de un simple acatamiento de instrucciones tal autómata. Muchos esperan que un autor garantice el éxito incuestionable de las recetas que ofrece, cuando más bien es el cocinero el que debe pensar, juzgar, usar su inteligencia, seguir su instinto para hacer que una receta funcione. No hay lugar para la racionalidad y la exactitud, la cocina no es un laboratorio ni las recetas una fórmula. No estamos apuntando a la verificación de resultados; no es eso lo que más importa, es el proceso el que nos interesa ¿Como no concordar con esta lógica?
Y su libro, precisamente, nos inspira a jugar con la imaginación. Menús combinados, una pizca adicional de esto, una sustitución de aquello o un ingrediente extra para obtener con ello resultados igual de fenomenales. Para mí, estos elementos, conjugados con una narrativa convincente son los que hacen que un libro de cocina sea merecedor de nuestra atención y de un puesto especial en nuestra estantería.

Después de haber tenido este primer encuentro con usted, Sra. Henry, personalmente, me quedé con muchas de no sólo salir corriendo a buscar el resto de sus diez libros de cocina, sino también de conocerle mejor a usted.
Atentamente y, a la espera de un nueva cita con usted,
Dominika
P.S. El grupo del libro de cocina le otorgó nueve de diez puntos a su libro, sin embargo, para mí, este libro está más allá de cualquier tipo de sistema de calificación, porque ¿cómo se puede dar una puntuación a un libro que ha sido escrito para uno?