Dominika
Receta para la tarta de albaricoques

Va por un callejón de muros desconchados,
fisgoneando en un cuartel austro-húngaro
resalta alguna que otra frase en gótica sanguina,
ostrakon de la urgencia: Ich bin stärker als Du, Ich warte auf Dir hier in Laibach.
La ciudad que lo recibe es un reclamo
y confunde cuando la recorres.
Sin embargo, no es fácil de comprender, te decides
y caminas, desandas aún más,
y pasas de un país a otro, pero quizá
esté ahí la novedad, un largo
discurrir que inevitablemente te desuella
con las garras del mismísimo dragón.
La columnata esconde las cestas
de coles, repollos y nabos,
y te adelantas
en su ofrecimiento,
crece un antojo, col rehogada,
carne agria,
gusto dulcificado por el comino,
la páprika pespuntada de nata.
No puedo aseverar si sigue deambulando,
el movimiento de las piernas, de las nalgas,
el sabor insistente de la comida, el postre,
Cremeschnitt te remonta a los diez años, el límite de la infancia.
Es corta la emoción.
Elige uno de los puentes, una y otra vez
en ambas direcciones, se ensancha
y se estrecha víctima de una indecisión
que aparece y desaparece en la mente
como un fuego de artificio.
Por una vez te sientas y escudriñas
el aire, el recuerdo de la fruta recién adquirida
en los puestos, una manzana
espléndida te llena el corazón.
La abuela, en la Suiza alemana,
tomaba el té en un servicio de porcelana Rosenthal,
y él pasaba los dedos cada tarde
sobre la superficie de la taza,
puntual, y se llevaba en las yemas
las pequeñas flores de colores, hasta sentir en la mesa
el sabor de la tarta de albaricoque
en el mueble auxiliar, una emoción doméstica difícil de superar.
Tanta debilidad, receta familiar,
se expande como el llanto por la vida pasada.
Ljubljana, por Rodolfo Häsler
Una receta versátil, he horneado diferentes versiones de esta tarta. Me gustó mucho aquella que tenía ciruelas y una corteza tradicional de masa quebrada (sin harina de almendras). Siempre horneo en blanco la corteza, uso más amaretto para el frangipane y omito la adición de harina.
Adaptación de la receta de Diana Henry, en Cómo comer un durazno
Ingredientes
Para la corteza
170 g de harina (1¼ tazas)
50 g de azúcar (¼ de taza)
35 g de harina de almendras (⅓ taza)
escamas de sal marina
170 g de mantequilla fría sin sal, picada en trozos pequeños (¾ taza)
1 yema de huevo
2 cucharaditas de amaretto
Para el frangipane
35 g de mantequilla sin sal, ablandada (3 cucharadas)
35 g de azúcar (3 cucharadas)
1 huevo grande, ligeramente batido
4 cucharadas de Amaretto
35 g de harina de almendras (⅓ taza)
Para el relleno
1 kg de albaricoques maduros, cortados por la mitad y sin hueso
50 g de azúcar (¼ de taza)
45 g de hojuelas de almendra (½ taza)
azúcar impalpable, para espolvorear

Preparación

Para hacer la masa, en un tazón grande mezclar la harina, el azúcar, la harina de almendras y una pizca de sal.
Agregar la mantequilla y frotar con los dedos hasta que la mezcla se asemeje a pan molido grueso.
Agregar la yema de huevo y el amaretto y mezclar. Formar un disco y enfriar por 30 minutos.
Colocar la masa en el centro de un molde de tarta de 23 cm con fondo extraíble y, con los dedos, presionar uniformemente para que cubra el fondo y los lados del molde. Envolver en papel de aluminio y enfriar por una hora.
Precalentar el horno a 175 ° C.
Hornear en blanco durante 20 - 25 minutos.
Dejar enfriar.
Para hacer el frangipane
Batir la mantequilla y el azúcar hasta quela mezcla esté suave y cremosa.
Poco a poco agregar el huevo. Batir la mezcla continuamente.
Agregar el amaretto, la harina y la harina de almendras.
Mezclar las mitades de albaricoque con el azúcar.
Para armar la tarta
Untar el frangipane sobre la corteza fría.
Acomodar los albaricoques sobre el frangipane, colocarlos casi verticalmente y ligeramente superpuestos.
Hornear por 30 minutos.
Retirar la tarta del horno y espolvorear la parte superior con las hojuelas de almendras y un poco de azúcar impalpable, luego continuar horneando por 15-20 minutos, hasta que esté dorada y listo.
