Dominika
Un Momento en Pekín, por Lin Yutang (traducción propia)*
Copiando la costumbre sureña de hacer el “pollo del mendigo", para un picnic ella traía un pollo entero, sin las entrañas, pero sin haber sido desplumado. Tomaba una masa de arcilla y untaba todo el pollo con una capa de barro y lo horneaba en una fogata, como cuando se hornea papas. Después de veinte a treinta minutos, dependiendo del fuego y el tamaño del pollo, ella lo retiraba, y las plumas se desprendían con el barro amazacotado, y dentro había un pollo humeante, delicado y tierno, sin haber perdido nada de sus jugos. Desgarrando las alas y las piernas y la pechuga con las manos y comiéndolas bañadas en salsa de soja, les pareció que esta delicia del mendigo era el mejor pollo que habían jamás probado en su vida. Ella declaró que, después de todo, la cocina más simple era la mejor, dependiendo más de la naturaleza que del espectáculo culinario. Un buen cocinero era como un buen educador; su deber era únicamente sacar a relucir el talento del pollo y mostrarlo de la mejor manera, así como buen maestro saca a la luz el talento inherente en un hombre joven. Asumiendo que el talento original estaba allí en el pollo, demasiada manipulación, relleno, forcejeo y condimento simplemente serían una distraección de su simple belleza y virtud.
* En caso de no ser posible obtener la versión en español de los materiales citados, se ofrece una traducción propia.